Capítulo
imprescindible tratando del mar griego es hacer un apunte sobre sus
puertos y sus barcos. El continuo movimiento naval, las incesantes
recaladas y partidas de los barcos, hacen de los puertos la
verdadera sístole y la diástole de las islas.
El
puerto, por donde viene y se va todo, es un abigarrado
y ruidoso espectáculo cotidiano de personas, vehículos y mercancías
a veces inverosímiles, cuyo comienzo anunciado por las imponentes
bocinas de los ferries aproximándose a las bocanas, interrumpe por
un tiempo la tranquilidad de la isla con el trajín frenético de
coches y camiones, las voces y gritos de los marineros, la alegría,
el nerviosismo y expectación de los isleños y visitantes que
pululan en los muelles, hasta que con la última humareda de las
chimeneas perdida en el horizonte, disueltos ya los vehículos y el
gentío, vuelve la calma y la languidez del paisaje como si nada
hubiera ocurrido.
En
tierra firme El Pireo es
el mayor puerto griego y el mas
espectacular de todos. Sus
apretadas dársenas son un
permanente hervidero de enormes y coloridos barcos
de títulos sonoros y
evocadores, con destino a islas o archipiélagos lejanos cuyos
nombres sugerentes
y míticos hacen
soñar al viajero y animan a
embarcarse de inmediato.
Los
grandes ferries de la azul Blue
Star
se entremezclan con el rojo vivo la Minoan
Line o
la blancura de los buques de Anek
Line
o la negrura de la Hellenic
Seaways,
y todos ellos son como imponentes gigantes con los motores y
chimeneas siempre rugiendo y bufando, listos para zarpar en cualquier momento entre la excitación y entusiasmo de los viajeros, fascinados
por la algarabía portuaria de los
camiones, autobuses, taxis y el gentío
que se arremolina al pie de los enormes buques amarrados, nerviosos
por partir bajo el brillante cielo del golfo sarónico y la blancura
de las casas de esta bullente ciudad
portuaria.
Pocos
puertos del Mediterráneo ofrecen tanta alegría, colorido y
animación como El
Pireo cuya
sola visita nos hace soñar tanto, y aun sin embarcar nos trasporta e
invita
mentalmente visitar islas desconocidas
y prometedores como las que se anuncian en los carteles de la popa de
los navíos que allí reunidos.
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