Entre los griegos, como en otros pueblos, se pueden distinguir algunos
rasgos propios de comportamiento, una forma de ser que confirman su
identidad y
carácter,
y que también supone un
modo peculiar de vivir, de disfrutar y de sufrir la existencia.
Yo
pienso que el carácter griego es
el origen del alma y la pasión mediterráneas,
el que luego fue
exportado y adaptado por todas las riberas de este mar y que se
distingue por un intenso
amor a la vida y a la tierra,
una notable
inclinación al disfrute
y la
alegría y
también por un
genio especial y una acusada capacidad creativa
Desde
el principio de los tiempos, el alma griega, ha basculado entre la
pasión y la razón, entre
lo intelectual y lo sensorial, el ethos
y el pathos
y esa dicotomía extrema
que ya estaba presente en el teatro de Esquilo
y Eurípides,
sería uno de los rasgos característicos de este pueblo tan bien
encarnados en las deidades opuestas de Apolo
y Dionisos.
Una carácter que oscila con
violencia entre la razón y el
exceso, la contención y la visceralidad, lo estoico y lo epicúreo,
entre el pensamiento y el sentimiento, entre la jerarquía y la
igualdad, entre la civilización y la naturaleza. No es de extrañar
que en la cuna del arte, las matemáticas o el pensamiento científico
y filosófico, convivan sin pudor,
el genio con la indolencia,
la proporción con la exageración, la
sofrosine con la demasía, el
silencioso con el charlatán.
Es
posibleque estas antítesis y
tensiones sean universales pero quizá no encuentren una encarnación
tan genuina como la que dio y se
da todavía entre los griegos.
Es
posible también que estas dos fuerzas vitales y antagónicas que
aún
perduran tengan algo que ver con el alma dual de Grecia, que es a la
vez oriental y occidental, hedonista
y mística, pues desde sus orígenes el
país estuvo asentado en ambas orillas del Egeo, a
caballo entre Europa y Asia y esa
duplicidad tan especifica de Grecia tal vez haya conformado el
carácter mixto de ambas culturas tan distintas.
El
genio, el apasionamiento, la cultura de
la conversación, la discusión
acalorada, el disfrute de los amigos y la familia; el
deleite y ceremonial sagrado de la comida,
el goce por la música, las horas
perdidas en el café y en las terrazas
arreglando el mundo, el culto a la
belleza y la armonía, adquieren un
rango de modo de vida, una forma de entender la existencia, en la que
al menos hasta poco, el ser era mas
importante que el tener,
no sólo en Grecia sino en todo el mundo mediterráneo.
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